martes, 26 de noviembre de 2013

Una nuevo rescate bancario

Cuando una empresa tiene pérdidas, no tiene que pagar impuestos, dado que como el beneficio es negativo, y el impuesto de sociedades se calcula sobre el beneficio obtenido, en vez de obtener un impuesto positivo se genera un impuesto “negativo”. Para hacerte una idea, en el impuesto sobre la renta, habrás oído hablar de que se permite compensar las pérdidas (minusvalías) con los beneficios (plusvalías) de los siguientes años. Bien. Las empresas generan impuestos “negativos” cuando tienen pérdidas. Esos impuestos “negativos” se van apuntando en su balance (en la parte del activo) como créditos fiscales que, como te he dicho, se pueden compensar en ejercicios en los que haya beneficios. En esos ejercicios de beneficios positivos se calcula el impuesto y se compensa con los impuestos “negativos” de ejercicios anteriores, de manera que disminuye la factura fiscal. Esta operativa es común en grandes empresas, de manera que sobre un tipo impositivo nominal del Impuesto de Sociedades del 30%, con estas operativas y con las deducciones fiscales, se sitúan en tipos reales impositivos cercanos al 10%. E incluso menores. Hay grandes empresas que sitúan sus centros en España cargados de gatos, generan pérdidas y los beneficios los obtienen en otros países con tipos impositivos muy reducidos (como Irlanda). Hay muchos casos. Este es el marco conceptual que espero te ayude a situar este tema. A esos créditos fiscales se les llama, siguiendo la terminología anglosajona, activos fiscales diferidos (DTA): activos (porque es un derecho de compensación generado por la empresa contra futuros impuestos), fiscales (porque se generan y han de compensarse por la operativa fiscal) y diferidos (porque se compensan en el futuro). Lo interesante empieza ahora. Los bancos han generado una serie de pérdidas en las diferentes empresas que conforman sus grupos corporativos. Esas pérdidas han generado unos créditos fiscales que Basilea III (como te decía, un órgano internacional que define la situación de solvencia y riesgo del sistema financiero) no creía que fuesen buenos (en el argot, suponen “activos de baja calidad”). Y, por tanto, al no ser buenos, necesitaban que estuvieran respaldados por recursos económicos de los bancos (es decir, que los bancos tuvieran suficiente dinero para respaldar esos activos). ¿Y por qué Basilea III dice que esos créditos son de baja calidad? Muy sencillo. Porque para que puedan compensarse en un futuro con beneficios tiene que haber eso, beneficios. Y muchos (Bankia es el ejemplo paradigmático). ¿Y entonces qué hacemos? Muy sencillo: hacer que Basilea III los considere fetén. Los gobiernos, todos, para impedir que los bancos busquen dinero para respaldar esos créditos de baja calidad, les presta su aval, de manera que pasan a ser activos de “buena calidad”. De forma que los estados garantizan el cobro de esos créditos fiscales en un futuro, aunque no haya beneficios con los que compensarlos. Sin olvidar que el estado somos todos. Al fin y al cabo, es una nueva recapitalización de la banca. Pero de una banca que creíamos que ya estaba sana. Con este tema, el FMI (Fondo Monetario Internacional) ha dicho que estos créditos fiscales suponían el 60% del capital en los casos de Bankia y Sabadell. Es decir, que un 60% de su capital depende de obtener beneficios en el futuro. Y entre el 15 y el 30% en el caso de Santander, BBVA y Caixa Bank. Sin estos avales del estado, los grandes bancos estarían en una situación que rondaría la insolvencia. Por ello es por lo que han forzado tanto para que estos créditos fiscales estuviesen avalados. En resumen, que por muy mal que les vayan las cosas en el futuro a los bancos, seguimos estando los ciudadanos para compensar sus pérdidas. Esta vez por cerca de 50.000 millones de euros. El FROB ya ha dicho que considera perdidos 45.000 millones de euros en el rescate al sistema financiero. Ahora se une este nuevo escenario, una nueva espada de Damocles para el futuro de todos los españoles. Una vez más, perdemos. Pero mientras nos tengan sumidos en el espanto de no encontrar trabajo o de no saber cómo pagar la luz, estaremos ocupados en otras cosas. En estas, que son las que hipotecan el futuro de nuestros hijos (el nuestro ya no tiene solución), para eso ya están ellos que no tienen problemas para llegar a fin de mes ni para calentar sus casas. Una nueva tropelía.